Hemos perdido a cuatro magníficos militares del Ejército del Aire y de una de las unidades más emblemáticas y señeras, el 802 Escuadrón del SAR, tan vinculado a Canarias. Entre las notas de condolencia colgadas en las redes sociales, una me llamó la atención. Canarias no sabe lo que le debe al SAR. Yo añadiría otra de Winston Churchill, "nunca tantos debieron tanto a tan pocos".
Aquellos que hemos volado, trabajado y convivido con el 802 Escuadrón sabemos de lo que hablamos. La instrucción y el compañerismo en este tipo de unidades destaca de manera especial, pero sobre todo la predisposición para el servicio. Cuando nadie quiere ir, cuando el viento sopla con una intensidad fuera de lo normal, cuando hay niebla cerrada, cuando... le podemos añadir cualquier imponderable, para los componentes del 802 Escuadrón no hay un imposible. En eso estaban el pasado miércoles el capitán Daniel Pena Valiño, la teniente Carmen Ortega Cortés, el teniente Sebastián Ruiz Galván y los sargentos mecánicos Carlos Caramanzana Álvarez y Jhonander Ojeda Alemán. Costará acostumbrarse a la ausencia de Carmen, experimentada piloto con misiones en Afganistán; de Daniel que intentaba perfeccionar más su preparación; de Sebastián, habitual en el RCC; o de Carlos, que tenía en su palmarés haber participado en el rescate a mayor distancia de su base. Costará acostumbrarse a su ausencia.
Cada vez que suena el teléfono en el RCC por un SOS ya que un barco se hunde o un marinero necesita ser evacuado, ahí está el SAR, no importa la distancia. La madera de los integrantes del 802 es diferente, parecen querer cuanto mayor grado de dificultad, mejor. "Para eso nos han entrenado", sugieren sus rostros. Se sienten gratificados cuando en plena noche, con olas de hasta ocho metros, localizan y salvan a alguien que flota en el mar. Una grúa con un rescatador baja, iza al náufrago y lo sube al helicóptero. Tardan minutos, pero detrás de este servicio hay cientos de horas de vuelo, de entrenamientos diurnos y nocturnos. El 802 en sus 50 años de existencia ha salvado a 3.000 personas.
Por Antonio Herrero para "La Opinión de Tenerife".
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