Kilómetro a kilómetro. Así es como las tropas
españolas ganaron terreno a los talibán gradualmente en la denominada
ruta Opal, la carretera de tierra que une la localidad de Moqur con el
valle de Dar-e-bum, una zona de tan sólo 1,8 kilómetros de ancho y
cuatro de largo, pero de población de etnia pastún y bajo control de la
insurgencia tradicionalmente.
"Los españoles construían un puesto de observación en lo alto de una
colina, estaban allí quince días, y después se lo cedían al ejército
afgano", explica el capitán Pablo Torres, desde lo alto de uno de esos
puestos de observación, el 'opi Golf', como lo llaman los españoles.
'Opi' hace referencia a las siglas en inglés OP, que significan puesto
de observación. Y 'Golf', a la letra del abecedario en la que están
ordenados esos puestos de control.
Desde el OP Golf se ve perfectamente un buen tramo de la ruta Opal. En
la carretera, de poco más de 20 kilómetros, hay en la actualidad una
decena de puestos de observación, la mayoría construidos por los
españoles y que sirven para mantener una cierta seguridad en el
trayecto.
Las tropas españolas también tuvieron un campamento militar en Dar-e-bum
durante casi un año, desde principio de 2011 hasta el pasado marzo,
cuando se retiraron ante el redespliegue del ejército afgano. Aún así la
Brigada Paracaidista 'Almogávares VI', que es la que ahora está
destacada en la provincia afgana de Badghis, va a Dar-e-bum a menudo,
casi cada semana.
'¡Eh, no cojáis maderas todavía! Esperad que pida permiso al comandante
afgano, que si no después se enfada', grita el capitán Torres a dos de
sus hombres que buscan en el campamento de Dar-e-bum un par de tablones
lo suficientemente grandes como para colocarlos en el suelo y dormir
encima. El ejército afgano es ahora el amo y señor de la base, y los
españoles, unos simples invitados. Es ahora su "casa de campo", como
dicen ellos, porque sólo van allí unos días y las condiciones de vida
dejan mucho que desear.
Los españoles se llevaron del campamento todo lo que era suyo y ahora la
base es una explanada de piedras, enorme y desangelada, donde se puede
decir que no hay nada, excepto una casa de adobe, unas cuantas
construcciones destartaladas de madera, y enormes sacos de tierra que
delimitan su perímetro. No hay ni agua, ni electricidad y las letrinas
son dos agujeros inmundos en el suelo, con dos tablones de madera
atravesados donde hay que colocar los pies sin perder el equilibrio.
'Maratón' bajo el sol
"Salir por ahí es más entretenido. Al menos se te pasa el tiempo más
rápido", responde el paracaidista Echevarría encogiéndose de hombros
cuando se le pregunta si le gusta ir a Dar-e-bum. El tiempo, sin duda,
pasa allí volando. Los españoles montan el campamento en cuanto llegan,
colocando diversos toldados entres sus vehículos blindados y una de las
paredes del perímetro de la base, y salen a patrullar a pie por los
núcleos de población más cercanos. "Es importante hacer acto de
presencia, que la gente nos vea y sepa que no nos hemos ido", afirma
Torres, que no se cansa de andar mientras sus soldados le siguen detrás
bajo un sol criminal. La caminata dura horas.
Al atardecer los españoles regresan al campamento, y entonces aparecen
también fuerzas especiales estadounidenses acompañadas de decenas de
soldados del ejército afgano, que entran en la base a toda velocidad con
vehículos Humvee. A simple vista parecen macarras.
"Pues la verdad es que no me han explicado nada. Les he explicado yo más
a ellos, que les he dicho qué hemos hecho hoy, que ellos a mí", comenta
el capitán Torres después de hablar con dos efectivos de las fuerzas
especiales norteamericanas, que se acercan a él con un militar de origen
mejicano para que les haga de traductor, pensando que el oficial
español no va a entender ni palabra de inglés.
La mayoría de las tropas estadounidenses se han retirado de la provincia
de Badghis, y ahora sólo quedan fuerzas especiales que parece que hagan
su propia guerra. Al menos en el campamento de Dar-e-bum,
estadounidenses y españoles estuvieron por una noche por un igual. Todos
durmieron al raso, cenaron comida militar empaquetada, aunque eso sí,
los españoles también saborearon jamón serrano que sus familias les
habían enviado desde España y que lógicamente no compartieron con las
fuerzas norteamericanas.
Extraído de: ElMundo.es
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